martes, 23 de agosto de 2011

OREGON 2011

Siletz bay
Siletz bay

Bueno, aunque este año 2011 hemos estado en Oregon durante algo más de un mes, la verdad es que me ha sido imposible publicar entrada alguna. Espero que con los días, una vez superemos el "jetlag" de regreso, os cuente alguna de las aventuras que hemos pasado en esta ocasión.

Como aperitivo os dejo un enlace a mis fotos y vídeos en flickr.

Rio Columbia, frontera entre Oregon y Washington
Rio Columbia, frontera entre Oregon y Washington

Equilibrista

Tree to tree

jueves, 24 de septiembre de 2009

Siuslaw National Forest. Lincoln City. Oregon


Cascada de Drift Creek Falls
Para visualizar el vídeo pincha sobre la imagen


Vista del Parque Nacional Forestal

El día en que Anna cumplía sus 31 años, la familia Michelson decidió salir a pasear por los senderos de uno de los legendarios espacios naturales de EE.UU., es decir, el "Siuslaw National Forest", en su parte de Linconl City (Oregon).

Puente que cruza un arroyo

La denominación de Parque Forestal de Siuslaw le viene dado por una de las tres tribus indígenas confederadas de los Coos, que habitaron el sudoeste de la costa pacífica, en Oregon.

Vista del bosque reforestado en los años 50

El parque tiene 630.000 hectáreas, en concreto el de Linconl City tiene 172.000 ha. con las siguientes especies forestales, de las que son difíciles su traducción, aunque predomina el abeto, el pino y el cedro rojo:

Douglas-Fir Sitka Spruce
Western Hemlock Red Alder
Western Red Cedar Big Leaf Maple


Setas

En cuanto a su vida salvaje o fauna, aquí vivien 26 especies de anfibios y reptiles; 235 de aves; más de 200 de peces y 69 especies de mamímeros, entre los que destacan el oso negro de Oregon, del que tenéis una foto abajo, pero que obviamente no es mías, si no sacada de la web del parque.


Anna, con un tronco de los viejos

Pues como os decía, aquí pasamos el día, en compañía de parte de la familia Michelson, caminando entre senderos. La mayoría del trayecto discurrió entre árboles reforestados a finales de los años 50, una vez que había sido deforestada a principios del siglo XX. De aquellos momentos quedan algunas de las huellas de la tala, como si de arqueología se tratase, pues hay muchos troncos por todos lados que no pudieron o no quisieron llevarse. También quedan algunos árboles de los viejos, que según un guardia forestal que nos cruzamos en el camino, tienen más de 300 años. La mayoría se encuentran en el río, y sirvieron en su día como apoyo para subir los troncos a la cima. También quizás, pretendieron salvar los márgenes del río, para evitar su erosión o vaya ustéd a saber.

Tronco de árbol con señales de haber sido cortado a mano


La Familia Michelson

En el discurrir de por los senderos, Stan, padre de Anna, nos dio toda una clase magistral de los tipos de árboles y madera que se puede obtener de ellos. De hecho él es constructor de casas de madera, un pequeño promotor, que se dedica a costruir y "restaurar" casas de este material. Fue sin duda, una grata experiencia para mí. Al margen de la madera, su nobleza, calidad y sensibilidad al tacto, también Mr. Michelson, nos habló de la fauna, la vegetación y la flora; que de una manera sostenible podía ser usada por la población (sobre todo la madera seca), previo pago de 6 dólares.


Viejo árbol talado


Vista del puente suspendido

A mí particularmente me llamaron la atención las setas de la zona, que se contaban a cientos en estos bosques tan húmedos y donde apenas sí entra la luz del sol. Unos animalillos, similares a nuestros "cienpies", parecen que son los que equilibran a estos bosques, al reciclar gran candidad de elementos nocivos para la salud de la zona.


Abuelo y nieto

Caminado, caminando, llegamos al puente suspendido de "Drift creek falls" o arroyo que cae, y que le da nombre a esta parte del parque. El puente fue construido por el ingeniero Scott Paul, y en él hay una placa que lo recuerda. Este puente es espectacular. Para aquellos que tenga vértigo no es recomendable, pues entre él y el río, donde se divisa una hermosa cascada, puede haber unos 30 metros de altura.

Abajo en el río

Cruzado el puente, donde baby Jacob se lo pasaba en grande, llegamos al rio y a la cascada, que hacía las veces de arco iris, en juego con los rayos del sol.

Baby Jacob con un gusanito


Enlaces de interés



Pulsa sobre la foto para acceder a un plano en detalle del Parque.



miércoles, 23 de septiembre de 2009

DE RUTA POR LA COSTA DEL PACÍFICO



DE SUR A NORTE POR LA COSTA DEL PACÍFICO DE LOS EE.UU.



Misión de San Luis Rey

Como si fuésemos uno de los personajes de Jack Keruac en su obra “En el camino”, Anna y yo decimos subir a Oregon, desde California, en coche de alquiler. Es decir, pensábamos cruzar dos de los tres estados que limitan con el Pacífico, si exceptuamos Washington, que ya nos lo “pateamos” en 2007.


Pues bien, lo primero que hicimos fue hacernos con el coche de alquiler en Poway (San Diego, California). Fuimos a la empresa Enterprise. El primer problema que nos pusieron era el del seguro del vehículo. No teníamos en EE.UU, por que había que pagarlo. De todas formas, el precio ha sido razonable, unos 500 $ por 20 días de trayecto con la condición de que lo devolviésemos a California. Un consejo si pensáis viajar por aquí: los precios son muy fluctuantes, y os aconsejo el regateo. Se ve que en tiempos de crisis las empresas se comen las unas a las otras.



Playa de Huntington

Y así fue como comenzamos nuestra aventura por la Costa del Pacífico estadounidense. El coche de alquiler es de gama media, un turismo para entendernos, de la marca Hyundai surcoreana, automático, que me costó tiempo hacerme a él. Así, de este modo, salimos de Poway el jueves de la semana pasada a eso de las 12 de la mañana. Cogimos la carretera 15 para desviarnos poco después hacia la 76, ya que yo quería ver la misión de San Luis Rey. De ahí, por la autopista de la costa 5. Nuestra segunda parada, para almorzar, fue en la playa de Huntington, al sur del famoso Long Beach. Posteriormente continuamos hasta Los Ángeles, donde nos detuvimos por un rato en su famoso barrio de Venice, tomamos café, no sin antes pagar el parking.


Surfistas en Venice. Los Ángeles

De allí a Santa Mónica, donde nos pilló un atasco de “narices” en dirección a Hollywood, para coger finalmente la carretera número 101, hasta hacer una nueva parada, en el crepúsculo del día, en Cliff Sea, para estirar las piernas y ver a los últimos surfistas recoger sus tablas.



Cliff Sea

Ya de noche, nos dirigimos hacia Santa Bárbara, un pueblo que me impresionó, y en el que quisimos hacer noche, pero los hoteles eran demasiado caros, al ser una zona de mucho turismo. Así las cosas, bajamos unos kms hasta Carpintería, donde nos alojamos en un motel de esos que salen en todas las películas americanas, y donde siempre, o casi siempre, hay un asesinado o una estancia breve en una larga fuga de amigos o enemigos. Se trata del Motel 6, siempre al lado de la carretera para recoger a cualquiera. El precio, no estoy seguro, pero creo que fueron 52 $ americanos. Barato, si se tiene en cuenta el resto de la zona.



Taxi en Los Ángeles

Al día siguiente desayunamos en Santa Bárbara, en el Roasting Company del mismo nombre de la ciudad. Después, tras una breve consulta a la prensa y a internet, nos dirigimos a la Misión de Santa Bárbara, la cual visitamos por más de tres horas. Pero esa es otra historia para otro día.



Misión de Santa Bárbara

Tras comer en un mexicano (tacos y soda), nos dirigimos hacia el norte siguiendo la misma carretera, es decir, la 101. En Gaviota, en un área de descanso echamos una pequeña siesta de 15 minutos y cambiamos aguas. De allí nos dirigimos hacia el interior, dejando el Parque Nacional Forestal de Los Padres a la derecha, y deambulando entre mieses y viñedos, para llegar a San Luis Opispo, todo ello siguiendo el Camino Real, es decir, el que siguieron los misioneros españoles cuando fundaron sus 21 misiones en California. En San Luis tomamos café en Borders, que es una tienda de libros, música, películas y demás, a la misma vez que cafetería.


"Borders"

De San Luis a Salinas siguiendo un árido valle nutrido de cereales, viñedos y ranchos californianos. Aquí cenamos, en la ciudad natal del escritor John Earnest Steinbeck, y que describe mejor que yo California. Dormimos a los pocos kilómetros en otro Motel 6, en Gilroy, que según algunos es el mayor productor de ajos del mundo. Eso no lo sé, pero sí es cierto que olía a ajo por todo el camino. Cerca de 60 $ nos costó la noche en una habitación que apestaba a tabaco, pero que tenía cafetera (aunque el café era muy malo) y el suelo enmoquetado.



Bar en Salinas

A la mañana siguiente, sin prisas, nos dirigimos por fin a San Francisco, ciudad entre las ciudades de los EE.UU. que hay que visitar antes de morir. Aquí pasamos casi dos días entre unas cosas y otras, pero las aventuras y desventuras las dejaremos para otro momento. Sigamos, pues, nuestra ruta hasta Oregon.



Casas victorianas de San Francisco

Después de nuestra estancia en San Francisco, y haber hecho noche en casa de un primo de Anna, Brian, cruzamos la bahía por el puente de Oakland dejando atrás unas inmejorables vistas de la ciudad, su centro financiero, la isla de Alcatráz y el puente en penumbras del Golden Gate, cogimos la carretera 80, que deja a un lado Berkeley, para subir hasta Vacaville.



San Fracisco al fondo

De Vacaville cogimos la 505 para enlazar finalmente con la número 5, que ya no dejaríamos hasta llegar a Oregon. La primera parada seria la tuvimos en Corning, una pequeña ciudad en el valle del Río Sacramento. Se trata, al igual que el resto de estos pueblos de valle, de una ciudad eminentemente agrícola y ganadera. El parar aquí no fue baladí, sino porque vimos numerosos olivos. Así fue como nos detuvimos en una tienda relacionada con el aceite y sus derivados. Se llama Olive hut.com. Compramos algunas olivas envasadas y seguimos nuestra ruta por el valle.


Interior de la tienda Olivehut.com

De aquí llegamos a la ciudad media de Redding. Echamos gasolina e intentamos comer algo por la zona, pero ningún restaurante nos llamó la atención. Así fue como seguimos la ruta y almorzamos en el propio coche de las viandas que llevábamos. De pronto el paisaje cambió, y lo que eran fértiles campos de cultivo, se convirtió en bosque cerrado y en una orografía ondulante. Pasamos el lago Shasta, declarado parque nacional, con la mirada siempre presente del monte del mismo nombre, que nevado aún, se erguía como centinela de sus bosques.



Monte Shasta

Pasado el Monte Shasta, el abrupto terreno se convirtió de nuevo en llanura hasta llegar a Yreka, famoso poblado por sus buscadores de oro y sus aborígenes, los Siskiyou. De ahí, pasamos la “frontera” hacia Oregon entre Hil y Colestin, para hacer un descanso en Roguer River, tras haber pasado la importante ciudad de Medfort.


Frontera de Oregon

Entre frondosos bosques de pinos y abetos conducimos del tirón hasta Eugene, donde cenamos en un Taco Bell. De allí, tras 10 horas de viaje, llegamos a Salem, la capital de Oregon. En ese momento Anna cogió el coche. Eran las 11,30 de la noche aproximadamente. Yo dormí hasta Otis, pueblo de los padres de Anna. Llegamos a las 1,00 de la mañana del domingo.



Llegada a Salem

Y así fue como recorrimos de sur a norte California y Oregon. En total, 1.279 millas y cerca de 20 horas conduciendo. El gasto de gasolina fue de 156,72 $.


Ah!!, se me olvidaba, que a nadie se le ocurra ir en EE.UU. a más de 110 km por hora. Los límites de velocidad son de 65 y 70 millas por hora, lo que equivale a 100 y 110 kilómetros por hora respectivamente. La policía se toma aquí su trabajo muy en serio.


lunes, 21 de septiembre de 2009

La foto de Rober Capa sobre nuestra guerra civil

ROBERT CAPA: “Spanish Civil War”.


Entrada de la galería

Las casualidades de la vida nos llevaron a una galería de fotografía en el Old Town de San Diego. La misma se dedica a vender copias de las fotografías originales proporcionadas por la famosa revista LIFE. El sistema de venta es el conocido como “master print dealer”, es decir, la obtención de beneficios directos por la venta.



Interior de la galería

Pues bien, como decía, la casualidad me llevó a toparme con una fotografía original de Robert Capa enviada desde España a LIFE (USA) durante la contienda civil. Aunque se encuentra un poco deteriorada, estas fotografías son casi imposibles de conseguir en nuestro país. En la foto se pueden ver a unos soldados republicanos en el frente (desconozco el lugar) en actitud de aproximarse al combate.



La foto de Capa

La foto se encuentra en venta por 9.000 $, pagaderos, si se prefiere, en 12 mensualidades. La encargada de la tienda me dijo que me la dejaba en la mitad en cómodos pagos durante un año.

Si alguien desea adquirirla, puedo proporcionarle la dirección de la la Galería de Arte.



martes, 15 de septiembre de 2009

TIJUANA (MÉXICO). "El Grito".

MARTES, 15-09-2009. TIJUANA (MÉXICO)


Llegada a la frontera con México

Aquél día me sentía como un niño al que le iban a hacer un regalo de cumpleaños. Tenía muchas ganas de cruzar la frontera a México, y no a cualquier parte del país, si no a Tijuana, ciudad tristemente célebre por sus noticias diarias en la prensa.

Curiosidades de la vida, tuve el don de la ubicuidad y de la nacionalidad, el día en que los mexicanos celebraban su día de la Independencia. Ellos celebraban la independencia de España, allá por el siglo XIX, y yo, como español, me sentía como “chivo expiatorio” al que iban a crucificar en cualquier momento de la festividad. Pero no, no fue eso lo que pasó, si no todo lo contrario, me sumé a la fiesta, e incluso me plasmaron los colores patrios en las mejillas.


Plaza de la Independencia, Tijuana

“!Viva México!”, ese el grito más coreado por los miles de asistentes al acto convocado por el Ayuntamiento de Tijuana, conocido como “El Grito”. Así fue, como entre banderas, trajes regionales de época decimonónica, colores patrioteros, niños con gorros y pinturas patrias, comida típica de la región, donde no faltan las fajitas, burritos, tamales y muchísimos dulces agrios o picantes, así como música, baile, discursos retóricos y sonoros, fuegos de artificio y una presencia militar y policial que no había visto nunca en vida, pasamos el día en Tijuana, la frontera más al norte de México.


Los colores nacionales de México

Para el tour por la ciudad y la festividad, Anna y yo contábamos con dos “guías” excepcionales. Uno, Darío, amigo de estudios de Anna en sus tiempos de San Diego, músico en la actualidad, y que reside en Tijuana, con sus padres; y la otra, Catalina, mexicana y dedicada a la cinematografía, que compartió estudios y aventuras por diversos lugares de Europa y EE.UU., también con Anna Con los dos pasamos unos momentos de lo más agradables.


Fuegos de artificio

Darío nos llevó en coche por muchos lugares de la ciudad, para terminar en la Avda. de la Independencia, junto a la escultura de Miguel Hidalgo, padre de la emancipación, donde se encuentra el Ayuntamiento y donde se celebró “El Grito”. Paseamos por los puestos ambulantes, entre una muchedumbre “ebria” de orgullo patrio, “provinciano”, como lo definió Darío. No falta en nuestro deambular los olores dulzones, la carne abrasada y los jugos tropicales. Entre mariachis, trompetas y bailes regionales discurrió la velada en la plaza de la Independencia. No asistimos al discurso del Alcalde, pero más de lo mismo, según la prensa local (La Frontera).


Cocina típica mexicana

Después, tras la humareda provocada por los fuegos de artificio, que brillaban en varios lugares de la ciudad, nos despedimos de Dario, y nos fuimos en busca de la frontera con EE.UU. Nos perdimos. Tardamos cerca de dos horas en encontrar “la línea”, como aquí llaman a la frontera. Entretanto la ciudad parecía que iba a llegar al clímax, que iba a explotar en cualquier momento. El gentío conquistó las calles con sus coches. Las banderas y colores patrios lo inundaban todo. Ciento de coches circulaban sin rumbo fijo, entre algaradas y gritos de !Viva México!. Ya no se escuchaba “!Muerte a los gachupines!”, es decir, a los españoles, como en tiempos de la independencia, pero eran otros gritos los que se balbuceaban por allí. De lo perdidos que estábamos fuimos a parar a la Avda. de la Revolución, famosa entre los “gringos” por ser cuna de todo pecado. Alcohol, drogas, prostitución, son la tónica dominante en esta barriada a pocos kilómetros de la frontera con USA.


Catalina entre fuegos

Y es que Tijuana es tierra de frontera, todo lo lo ilegal florece como agua de mayo. Le pregunté antes a Dario cómo se veía aquí la violencia generalizada que veíamos diariamente en los medios de comunicación. Me dijo que la violencia es sectaria, que sólo afecta a las bandas de narcotraficantes que se disputan las rutas de la droga, o la trata de blancas. Por lo demás, Tijuana es una ciudad apacible y agrabable. Es más, parece que hace un mes que han legalizado la marihuana. Los efectos se han dejado notar pronto, y los índices de delincuencia han bajado, al perder los narcos muchas de las rutas de “comercialización” de este producto.


Nacho libre

Aún así, Tijuana es Tijuana, algo fuera de lo normal en México, que para nada debe ser exponente del país y de la cultura de México, como me insistió constantemente Catalina.


Dario con un patriota

Finalmente pasamos la frontera, no sin ver a lo lejos el amontonamiento de “viviendas”, fabelas, de Tijuana. La pobreza se encontraba allí y en la frontera. Los niños eran usados como reclamos de sus padres para obtener algún dólar por limpiarnos la luna del coche. Otros, se dedicaban a recoger latas de refrescos, llenos o vacíos, que había en los coches, para luego, supongo, venderlos como chatarra o algo así. Y es que, en una ciudad fronteriza, con más de dos millones de habitantes, los contrastes y las desigualdades tienen que ser extremas.


Anna y yo con los colores de México en las mejillas

Llegamos, por fin, a las 2,00 de la mañana a Poway. Catalina, con gran valentía, siguió viajando a Los Ángeles. De allí a Sacramento, donde tenía un trabajo al día siguiente.


Después del "El Grito", la gente se echó a la calle

Gracias a los dos, Dario y Catalina, por ser como son.



OLD TOWN DE SAN DIEGO


Plano de la Old Town de San Diego


Cosmopolitan Hotel en restauración


13/09/2009. OLD TOWN DE SAN DIEGO.

Qué es el Old Town de San Diego?. Bueno, literalmente podríamos decir que es la “ciudad vieja” de San Diego, pero en realidad es un “parque temático”, “a community of history, heritage y culture”, como les gusta definirlos a ellos.

La ciudad vieja de San Diego, es una mezcla entre lo que queda de la antigua town de principios del siglo XIX y una reconstrucción total de aquello de lo que fue en tiempos de los últimos españoles y primeros mexicanos tras la independencia de la metrópolis.

Ahora mismo, en la actualidad, en los momentos en los que escribimos, es un parque de atracciones o de turismo, aunque a los “sandiegueños” les guste más definirlo como “Historic Park”, parque histórico.

Su origen se remonta a la presencia española a finales del siglo XVIII, aunque fue “descubierta” por el explorador Juan Rodríguez Cabrillo hacia 1542. Lógicamente estos lugares estaban anteriormente habitados por una tribu india conocida comos los Kumayaay, y que frecuentaban el río San Diego.

El primer establecimiento español hacia 1769 fue la misión católica y el presidio militar. Recordemos que en California, los misioneros españoles fundan fundan 21 misiones. Con la independencia mexicana de España allá por 1821, se establecen aquí varias familias hispano-mexicanas, como las de Carrillo, Ruiz, Ibánez, Serrano o Marron. Estas son las que construyen en adobe y madera la mayoría de las casa y ranchos abiertas todas a una gran plaza, conocida como Plaza de Armas. Destacan por su antigüedad la casa de Antonio Estudillo y su hermano Juan Bandini, que luego veremos con más detenimiento.


Vista de la ciudad hacia principios del siglo XIX

En 1846 EE.UU. declara la guerra a México anexionándose toda California entre otros territorios. En 1851 comienzan a construirse nuevas casas, experimentando California en general una transformación política importante.

Los años posteriores son muy duros para los nuevos colonos. En 1861 tiene lugar un gran epidemia (smallpox), que diezma a la población y a los animales de los ranchos. Finalmente, aunque no todos los historiadores de aquí se ponen de acuerdo, tiene lugar un gran incendio, que deja en ruinas la Old Town de San Diego.

Casa de los Estudillo

No será ya hasta la llegada del emprendedor Alonzo Horton, cuando éste decide cambiar la ubicación de la ciudad, para crear su New Town, más cerca del río y de la bahía de San Diego. El descubrimiento de oro, nuevos servicios, llegada masiva de colonos, muchos asiáticos y negros americanos, serán los factores claves para que San Diego se consolide como ciudad.

En 1907, el magnate John D. Spreckels “restaura” en la vieja ciudad la Casa de Estudillo, conviertiéndola en uno de los iconos de la Old Town, y rebautizándola con el nombre de Ramona, en honor a la obra romántica de Helen Hunt Jackson´s, “Ramona´s marriage place”. Los años 30 son de reconstrucción total, y se le da el nombre de “Spanish Village”.


Restaurante mexicano

Finalmente, en 1968 la Old Town de San Diego se convierte en State Historic Park.

Pues aquí fue donde pasamos más de cinco horas en una tarde apacible y soleada de septiembre, Anna, Barbara y yo.


Almorzando en La Fiesta de los Reyes

Lo primero que descubrí en mi visita a Old Town fue la restauración del “Cosmopolitan Hotel”, antigua casa de Bandini, que data de 1870. Un edificio esplendoroso, de dos plantas, con porche de madera a la calle. La empresa restauradora, patrocinada por el estado de California, al margen de la madera empleada en la reconstrucción, estaba fabricando adobe, con las mismas técnicas que en siglos pasados. Es decir, barro y paja, para finalmente hacer ladrillos de distintos tamaños. Hay que decir, que no vi por ningún lado ninguna excavación arqueológica, por lo que entendemos, que la rehabilitación es emergente, y no subyacente.


Adobes utilizados en la restuarción

De ahí, a la Plaza de Armas de la vieja ciudad. En ella se distribuyen los mejores edificios, unos reconstruidos totalmente y otros restaurados con fines turísticos. Hoy por hoy, son edificios musealizados en la mayor parte, aunque otros están dedicados a restaurantes, la mayoría de comida mexicana, o tiendas de diversa índole.

Vista de la Plaza de Armas

No falta el espectáculo, el colorido y la buena comida. Efectivamente, comer era lo que nos apetecía en esos momentos. Tras visitar brevemente la tienda de “Temecula Olive Oil Company”, dedicada en cuerpo y alma al aceite de oliva, y donde, quizás, los andaluces deberíamos de aprender de cómo se comercializar nuestro oro verde, pasamos a la Casa de los Reyes. Pero esto ya lo contaremos en otras ocasión ...