miércoles, 23 de septiembre de 2009

DE RUTA POR LA COSTA DEL PACÍFICO



DE SUR A NORTE POR LA COSTA DEL PACÍFICO DE LOS EE.UU.



Misión de San Luis Rey

Como si fuésemos uno de los personajes de Jack Keruac en su obra “En el camino”, Anna y yo decimos subir a Oregon, desde California, en coche de alquiler. Es decir, pensábamos cruzar dos de los tres estados que limitan con el Pacífico, si exceptuamos Washington, que ya nos lo “pateamos” en 2007.


Pues bien, lo primero que hicimos fue hacernos con el coche de alquiler en Poway (San Diego, California). Fuimos a la empresa Enterprise. El primer problema que nos pusieron era el del seguro del vehículo. No teníamos en EE.UU, por que había que pagarlo. De todas formas, el precio ha sido razonable, unos 500 $ por 20 días de trayecto con la condición de que lo devolviésemos a California. Un consejo si pensáis viajar por aquí: los precios son muy fluctuantes, y os aconsejo el regateo. Se ve que en tiempos de crisis las empresas se comen las unas a las otras.



Playa de Huntington

Y así fue como comenzamos nuestra aventura por la Costa del Pacífico estadounidense. El coche de alquiler es de gama media, un turismo para entendernos, de la marca Hyundai surcoreana, automático, que me costó tiempo hacerme a él. Así, de este modo, salimos de Poway el jueves de la semana pasada a eso de las 12 de la mañana. Cogimos la carretera 15 para desviarnos poco después hacia la 76, ya que yo quería ver la misión de San Luis Rey. De ahí, por la autopista de la costa 5. Nuestra segunda parada, para almorzar, fue en la playa de Huntington, al sur del famoso Long Beach. Posteriormente continuamos hasta Los Ángeles, donde nos detuvimos por un rato en su famoso barrio de Venice, tomamos café, no sin antes pagar el parking.


Surfistas en Venice. Los Ángeles

De allí a Santa Mónica, donde nos pilló un atasco de “narices” en dirección a Hollywood, para coger finalmente la carretera número 101, hasta hacer una nueva parada, en el crepúsculo del día, en Cliff Sea, para estirar las piernas y ver a los últimos surfistas recoger sus tablas.



Cliff Sea

Ya de noche, nos dirigimos hacia Santa Bárbara, un pueblo que me impresionó, y en el que quisimos hacer noche, pero los hoteles eran demasiado caros, al ser una zona de mucho turismo. Así las cosas, bajamos unos kms hasta Carpintería, donde nos alojamos en un motel de esos que salen en todas las películas americanas, y donde siempre, o casi siempre, hay un asesinado o una estancia breve en una larga fuga de amigos o enemigos. Se trata del Motel 6, siempre al lado de la carretera para recoger a cualquiera. El precio, no estoy seguro, pero creo que fueron 52 $ americanos. Barato, si se tiene en cuenta el resto de la zona.



Taxi en Los Ángeles

Al día siguiente desayunamos en Santa Bárbara, en el Roasting Company del mismo nombre de la ciudad. Después, tras una breve consulta a la prensa y a internet, nos dirigimos a la Misión de Santa Bárbara, la cual visitamos por más de tres horas. Pero esa es otra historia para otro día.



Misión de Santa Bárbara

Tras comer en un mexicano (tacos y soda), nos dirigimos hacia el norte siguiendo la misma carretera, es decir, la 101. En Gaviota, en un área de descanso echamos una pequeña siesta de 15 minutos y cambiamos aguas. De allí nos dirigimos hacia el interior, dejando el Parque Nacional Forestal de Los Padres a la derecha, y deambulando entre mieses y viñedos, para llegar a San Luis Opispo, todo ello siguiendo el Camino Real, es decir, el que siguieron los misioneros españoles cuando fundaron sus 21 misiones en California. En San Luis tomamos café en Borders, que es una tienda de libros, música, películas y demás, a la misma vez que cafetería.


"Borders"

De San Luis a Salinas siguiendo un árido valle nutrido de cereales, viñedos y ranchos californianos. Aquí cenamos, en la ciudad natal del escritor John Earnest Steinbeck, y que describe mejor que yo California. Dormimos a los pocos kilómetros en otro Motel 6, en Gilroy, que según algunos es el mayor productor de ajos del mundo. Eso no lo sé, pero sí es cierto que olía a ajo por todo el camino. Cerca de 60 $ nos costó la noche en una habitación que apestaba a tabaco, pero que tenía cafetera (aunque el café era muy malo) y el suelo enmoquetado.



Bar en Salinas

A la mañana siguiente, sin prisas, nos dirigimos por fin a San Francisco, ciudad entre las ciudades de los EE.UU. que hay que visitar antes de morir. Aquí pasamos casi dos días entre unas cosas y otras, pero las aventuras y desventuras las dejaremos para otro momento. Sigamos, pues, nuestra ruta hasta Oregon.



Casas victorianas de San Francisco

Después de nuestra estancia en San Francisco, y haber hecho noche en casa de un primo de Anna, Brian, cruzamos la bahía por el puente de Oakland dejando atrás unas inmejorables vistas de la ciudad, su centro financiero, la isla de Alcatráz y el puente en penumbras del Golden Gate, cogimos la carretera 80, que deja a un lado Berkeley, para subir hasta Vacaville.



San Fracisco al fondo

De Vacaville cogimos la 505 para enlazar finalmente con la número 5, que ya no dejaríamos hasta llegar a Oregon. La primera parada seria la tuvimos en Corning, una pequeña ciudad en el valle del Río Sacramento. Se trata, al igual que el resto de estos pueblos de valle, de una ciudad eminentemente agrícola y ganadera. El parar aquí no fue baladí, sino porque vimos numerosos olivos. Así fue como nos detuvimos en una tienda relacionada con el aceite y sus derivados. Se llama Olive hut.com. Compramos algunas olivas envasadas y seguimos nuestra ruta por el valle.


Interior de la tienda Olivehut.com

De aquí llegamos a la ciudad media de Redding. Echamos gasolina e intentamos comer algo por la zona, pero ningún restaurante nos llamó la atención. Así fue como seguimos la ruta y almorzamos en el propio coche de las viandas que llevábamos. De pronto el paisaje cambió, y lo que eran fértiles campos de cultivo, se convirtió en bosque cerrado y en una orografía ondulante. Pasamos el lago Shasta, declarado parque nacional, con la mirada siempre presente del monte del mismo nombre, que nevado aún, se erguía como centinela de sus bosques.



Monte Shasta

Pasado el Monte Shasta, el abrupto terreno se convirtió de nuevo en llanura hasta llegar a Yreka, famoso poblado por sus buscadores de oro y sus aborígenes, los Siskiyou. De ahí, pasamos la “frontera” hacia Oregon entre Hil y Colestin, para hacer un descanso en Roguer River, tras haber pasado la importante ciudad de Medfort.


Frontera de Oregon

Entre frondosos bosques de pinos y abetos conducimos del tirón hasta Eugene, donde cenamos en un Taco Bell. De allí, tras 10 horas de viaje, llegamos a Salem, la capital de Oregon. En ese momento Anna cogió el coche. Eran las 11,30 de la noche aproximadamente. Yo dormí hasta Otis, pueblo de los padres de Anna. Llegamos a las 1,00 de la mañana del domingo.



Llegada a Salem

Y así fue como recorrimos de sur a norte California y Oregon. En total, 1.279 millas y cerca de 20 horas conduciendo. El gasto de gasolina fue de 156,72 $.


Ah!!, se me olvidaba, que a nadie se le ocurra ir en EE.UU. a más de 110 km por hora. Los límites de velocidad son de 65 y 70 millas por hora, lo que equivale a 100 y 110 kilómetros por hora respectivamente. La policía se toma aquí su trabajo muy en serio.


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